Martingo, refugio de la sublevación carlista.
Martingo será mencionado especialmente alrededor de la fracasada sublevación carlista del verano de 1870, conocida como la Escodada, en la que jugó un papel importante.
El caserío Martingo de Biriatu antes de quemarse en 1936. Fotografía cedida por Markox Zubialde.
La denuncia del ayuntamiento de Irun afirma que los promotores y principales protagonistas del levantamiento se encontraban en la frontera. “Que en el punto de Martingo se ha formado una partida que tiene por objeto invadir el territorio español para atentar contra las instituciones que se ha dado esta nación en uso de su soberanía y tomar por asalto un pueblo amigo. Que han sido engañadas muchas personas de esta población después de conducidas a ese territorio, secuestradas contra la voluntad de sus padres, parientes e interesados. Que se les han suministrado en dicho punto, y puede decirse con bastante seguridad por los habitantes de esa Comarca armas y municiones para llevar a efecto dicho proyecto.”
Voluntario carlista. Fuente de la ilustración.
“Que por medio de estas armas y municiones han podido los rebeldes conservar en su poder las personas secuestradas haciendo guardias para que nadie se acercara al campamento, y penetrar después con armas y municiones en el territorio español a combatir a su Gobierno.”
Para las autoridades irunesas la mayoría de los 400 jóvenes que se instalaban en Martingo eran campesinos iletrados engañados por los curas que, una vez armados y adiestrados eran forzados a sublevarse.
“La expresada partida tenía además colocadas sus centinelas en el campamento que ocupaban, prohibiendo la entrada en el campo a toda persona estraña a la partida, y principalmente a los hermanos, padres e interesados de los afiliados por temer de que se separasen desengañados de sus ilusiones, habiendo tomado esta medida de resultas de haber retirado del campo una mujer a su marido, lo que constituye a dicha partida en una cuadrilla en despoblado dedicada al secuestro de las personas que en su mayor parte eran sencillos labradores y jóvenes que sin permiso de sus padres y a disgusto de éstos han sido seducidos, abusando principalmente del ascendiente que sobre ellos tienen los sacerdotes por sus ideas religiosas”.
Voluntarios carlistas. Fuente de la ilustración.
En la carta enviada al gobernador el primero de septiembre de 1870, acusan al presbítero irundarra Juan Eloy Udabe de ser el responsable de comunicaciones del levantamiento. Junto a él los dos principales instigadores de la sublevación, el también irunés Tirso de Olazabal y Vicente Manterola “que por su reconocido talento y el ascendente que le da su carácter de Diputado a Cortes está reputado como uno de los principales autores de esta criminal conducta”.
Tomás PADRÓ. “Las nuevas cruzadas”. El protagonista de la caricatura es Vicente Manterola. Fuente.
Mientras escribían esta carta, unos 200 hombres de Irun y Oiartzun, bajo el mando del brigadier Nicasio Otamendi, salieron de Martingo y cruzaron la frontera. Se enfrentaron en el barrio Altzibar de Oiartzun a los miqueletes del capitán Juan Arana. Con esta tropa tras sus pasos llegaron a la venta de Iturrioz donde fueron definitivamente derrotados. Los carlistas sufrieron numerosas bajas, 14 prisioneros y acabaron dispersándose. No atacaron Irun y aunque entraron en España, se limitaron a recorrer los alrededores de la ciudad con los miqueletes tras ellos.
Fidel Mugica. “Vista de Irun : puente del ferro-carril sobre la Bidasoa”. Fuente.
El informe que redactó el ayuntamiento de Irun a las pocas semanas afirmaba que fueron 93 los vecinos que se unieron a los carlistas a finales de agosto. La mayoría eran solteros como es lógico, pero llama la atención el que sólo un tercio de ellos fueran campesinos. Al indicar el oficio de cada uno de ellos, encontramos que dos tercios se ocupaban en distintos trabajos como el ferrocarril, panaderías, chocolaterías, fábrica de cerillas, ebanisterías… pero menos campesinos de los esperables. Es decir, que muchos de los engañados campesinos analfabetos mencionados por las autoridades liberales en realidad eran trabajadores urbanos.
La guerra que estallará dos años después tuvo muchos precedentes y algunos de ellos surgieron en el caserío Martingo de Biriatu, al otro lado de la frontera.