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Sebastián Gabriel de Borbón y de Braganza nació en Brasil en 1811. Su madre, la princesa de Beira enviudó a los dos años. Su formación fue muy amplia y variada para lo que se acostumbraba en la corte española a donde llegó acompañando a su madre y a su tía, la primera esposa del Infante Don Carlos. Su curiosidad e inquietud cultural le llevaron a experimentar diversas disciplinas como la escritura, la pintura o la litografía. Formó una magnífica biblioteca, un gran gabinete de física y reunió una extensa colección de pintura. Llegó a publicar dos periódicos en su propia imprenta, El Lagarto y La Mariposa.
Hablaba con soltura cinco idiomas, reunió una tertulia intelectual a su alrededor y ejerció de mecenas entre los artistas de Madrid.
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A la muerte de Fernando VII emigró a Roma y se unió a las tropas de Don Carlos a finales de 1835. Participó en el segundo sitio de Bilbao y tras el fracaso de Luchana, el Pretendiente le nombró general en jefe del ejército del Norte. Se enfrentó a los generales liberales Espartero y Sarsfield.
Tras reorganizar el ejército, contribuyó decisivamente en la victoria de Oriamendi, donde tras una durísima marcha de sus tropas, llegó a tiempo para destrozar a la Legión Auxiliar Británica en las cercanías de San Sebastián.
En mayo de aquel mismo 1837 Don Carlos le confirió el mando militar de la Expedición Real. Recorrió Aragón, el Maestrazgo y Castilla, después de llegar a las puertas de Madrid. El fracaso de esta expedición, aunque se debiera más a razones políticas que militares, es decir, de responsabilidad del propio Infante, le relegó de su mando del ejército carlista.
Continuó junto al Pretendiente hasta abandonar la península, tras el abrazo de Bergara. Se instaló en la corte de Nápoles, hasta que veinte años después regresó a España acogiéndose a la amnistía que Isabel IIconcedió a los carlistas.
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"La Expedición Real cruzando el Ebro". CHAO, Eduardo. La Guerra de Cataluña. Madrid, 1847
Cuando la reina partía hacia el exilio a causa de la revolución de 1868, el Infante, junto a los militares carlistas Elío y Pérula, se ofrecieron en San Sebastián, para luchar contra los revolucionarios. Volvió al exilio y dedicó sus últimos años a tratar de conciliar las dos dinastías, la carlista y la recién destronada de Isabel II. Murió en Pau a causa de una pulmonía en 1875, en plena Segunda Guerra Carlista.