Vista de Ormaiztegi. La presencia icónica, rotunda y la belleza de esta obra de la ingenieria del siglo XIX han logrado que el viaducto, con sus 288 m de longitud y 35 m de altura máxima, se haya ganado un lugar en nuestro paisaje. Es por ello, sin duda, que la imagen de este grabado se nos hace conocida y cercana. El puente empezó lejos, en París, en el Barrio Batignolles, donde sus vigas metálicas y celosías fueron diseñadas en 1863 por el ingeniero Alexandre Lavalley. El viaducto se vio gravemente afectado por la guerra civil. Las tropas republicanas lo inutilizaron y tras caer en manos del ejercto rebelde se decidió su reconstrucción: se izaron los tramos metálicos derribados y fue reforzado con pilares intermedios de hormigón armado. En 1995 el viaducto finalizó su vida útil y fue sustituido por una nueva estructura de hormigón construida en paralelo. Para entonces los habitantes de Ormaiztegi habían votado mayoritariamente a favor de su preservación. Ahora nos toca, tras más de 150 años después de su construcción asegurar su conservación en el paisaje del Goierri. Beatriz Herreras. Investigadora de patrimonio cultural
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