Didier Petit de Meurville
Nació en Haití en 1793. Su padre falleció en la revuelta de esclavos de 1795, por lo que se tuvo que trasladar con el resto de su familia a Boston. Algunos años mas tarde la familia se instaló en Lyon. Didier se dedicó al comercio de la seda y se relacionó políticamente con sectores legitimistas. Al final de la Primera Guerra Carlista ayudó a los exiliados carlistas en Francia, llegando a intimar hasta el punto de realizar retratos de Don Carlos, su familia, Cabrera y varios de los que siguieron al pretendiente a Bourges.
Su apoyo fue recompensado por Don Carlos nombrándole vizconde del Amparo en 1845.
En 1848 ingresa en la carrera consular y es nombrado vicecónsul en Alicante. En 1857 solicita el traslado y se instala como Cónsul en San Sebastián. Durante los 16 años que desempeñó su cargo en la capital guipuzcoana siguió desarrollando su afición por la pintura realizando numerosas ilustraciones y cuadros de paisajes de la ciudad y su entorno. Dedicó especial atención a la flora de la provincia cuya descripción se recoge en tres álbumes de ilustraciones de gran calidad.
Petit de Meurville falleció en Biarritz en 1873.
Pietro Bubani
Nació en Bagnacavallo (Ravenna) en 1806. Estudió medicina en la Universidad de Bologna, donde se licenció en 1829. Ejerció como médico durante breve tiempo. Tras participar en la fracasada revuelta contra el gobierno pontificio de 1831 se refugió en Córcega.
Realizó sus estudios de botánica en Florencia, comenzando su trabajo de campo en los Pirineos en 1836.
Abandonó la lucha política para dedicarse en exclusiva a la investigación botánica. Realizó 21 campañas de recogidas de plantas en los Pirineos. Su obra magna se publicó tras su fallecimiento en cuatro tomos: Flora Pyrenaea (1897-1901). Publicada en latín comprendía todos sus hallazgos en esta cordillera y en el País Vasco y destaca por la calidad y rigor de sus anotaciones florísticas. También recogió sus experiencias en varios diarios, donde menciona las penalidades que le tocó sufrir al sur de los Pirineos, en una época de guerras y miserias a las que se añadían las derivadas de su condición de extranjero, que le valieron acusaciones de espía y apátrida.